VISTA DEL PUENTE

lunes, 31 de octubre de 2022

DOS CALLES DE SEVILLA Y UNA LEYENDA: "LA CABEZA DEL REY DON PEDRO"

El busto de D. Pedro I en la hornacina del nº 30 de la calle "La Cabeza del Rey Don Pedro"

Hoy nos vamos de paseo al casco antiguo, cerca de la Plaza de La Alfalfa. Si paseamos por sus alrededores no muy lejos de allí nos encontramos dos calles, la calle "La cabeza del Rey Don Pedro" y la calle "Candilejo". Los nombres de las calles de cualquier ciudad tienen una explicación de su origen, pero... ¿Cuál fue el origen de esos topónimos?. Ya os adelanto que los nombres de estas dos calles atiende a una leyenda que a continuación os cuento.


El protagonista es Pedro I, rey de Castilla, apodado el cruel para unos y el justiciero para otros, según fuera sus detractores o sus seguidores quienes hablaran de él. Quizás el rey con mas apego a Sevilla.

Pedro I fue hijo de Alfonso XI, rey de Castilla y de María de Portugal, hija de Alfonso IV rey de Portugal, unidos en matrimonio por el acuerdo entre ambos reinos. Pero su padre a quién realmente amaba y con quien convivió la mayor parte de su vida, fue con Dª Leonor de Guzmán,  noble castellana, con quien tuvo 10 hijos (suele pasar cuando los enlaces se realizan por acuerdos y no por amor y no hay que ir muy lejos en la historia de España para encontrar infidelidades reales en la monarquía). 

Su padre se desentendió de su educación dejando a María de Portugal este acometido. Ella y su hijo establecieron su residencia en el Alcázar de Sevilla y fue ahí  donde Pedro I vivió gran parte de su vida, siempre bajo las amenazas y enemistad de sus hermanastros los Trastámara-Guzmán. He aquí donde empieza nuestra leyenda.

Un noble caballero afín a los Guzmanes, en concreto el hijo del Conde de Niebla, fue sembrando por toda la ciudad mentiras y atrocidades del rey con el fin de desgastar la imagen del monarca.

No tardó mucho en llegar a oídos del rey tales hechos, con idea de limpiar su honor, descartó cualquier acción condenatorio, ya que eso provocaría una guerra civil con los Trastámara, por lo que vio en un duelo la solución a su venganza. 

Una noche, conocedor de las costumbres de su difamador, lo esperó en la calle de Cuatro Cantillos (hoy es la intersección de las calles Cabeza del Rey Don Pedro y Candilejo) para retarle en duelo. La habilidad de Pedro I en el manejo de la espada hizo que venciera y que pusiera fin en su favor provocando su muerte. 

Aquí estaría situada la calle de Cuatro Cantillos. Podemos ver el busto del Rey y la ventana con el Candil

Alertada por el ruido de las espadas, una anciana de una vivienda cercana, cogiendo un candil para ver, comprobó como sucedía los hechos. Aunque en un principio no pudo reconocer las caras de los que se batían en duelo, si reconoció al rey cuando procedía a su huida, por su cojera y el chirrido de sus rodillas al andar, conocido en Sevilla. La anciana mitad sorprendida y mitad asustada a cualquier represalia,  cerró la ventana con el infortunio de que se le cayó el candil.

Don Tello de Guzmán, conde de Niebla, se personó en Palacio ante el rey y le exigió justicia por la muerte de su hijo. Para acallar rumores el rey mandó un pregón a toda la ciudad donde decía que se premiaría con cien doblas de oro a quien pudiera identificar al asesino y prometió que la cabeza de éste sería puesta en una hornacina en el lugar donde se produjo dicha acción.

Representa el candil que cuelga de la ventana donde estaría la anciana y donde contempló el asesinato

Ante el reclamo de la recompensa la anciana acudió al Alcázar y pidió audiencia con el rey. Cuando la recibió, la anciana puso como condición que para revelar el paradero de la persona quien mató al hijo del conde de Niebla, debería de estar a solas en una sala con el rey. El rey accedió y la anciana llevando a este frente a un espejo le dijo que él mismo estaba viendo al asesino.

Fue entonces cuando el rey comprendió que había sido identificado, por lo que ordenó a su mayordomo que pagara la recompensa a la anciana y la advertencia de que mantuviera en secreto la identidad, de lo contrario sería condenada a muerte. 

Conocedor de la noticia, D. Tello de Guzmán acudió de nuevo ante el rey para exigirle que cumpliera su promesa de exponer la cabeza de asesino en una hornacina en la calle de Cuatro Cantillos. El rey le dijo que estuviera allí esa misma tarde, que la cabeza quedará expuesta en el lugar tal y como prometió. 

Como era lógico se despertó gran expectación en la ciudad y ya desde tempranas horas de la tarde, se congregaron una gran cantidad de vecinos en el lugar, para así poder conocer con sus propios ojos el autor de la muerte del hijo del Conde de Niebla. 

Al lugar llegó el cortejo, encabezado por el verdugo y escoltado  por un dispositivo de guardias. En sus manos aportaba un cajón. Tras un redoble de tambor procedió a leer el pregonero el siguiente comunicado: "Manda el muy alto y poderoso rey D. Pedro que la cabeza de la persona que mató al hijo del conde de Niebla se exponga en un nicho en la pared en lugar donde sucedió su muerte, tal y como prometió. Pero por tratarse de persona principal y para conservar la tranquilidad, paz y sosiego de esta ciudad, el que no se conozca el autor, ya que entre las familias del autor y del muerto pueda haber bandos y luchas. Por ello se ordena que permanezca en el interior de la caja y se monte unas fuertes rejas de hierro, para evitar ser robado."

Cuando murió Pedro I, en una de las batallas que llevaba a cabo contra su hermano bastardo Enrique y una vez accedió al trono, nombró a D. Tello de Guzmán, nuevo gobernador de la ciudad. Este mandó a quitar la reja que protegía al cajón donde se encontraría la cabeza del asesino de su hijo. Una vez roto el cajón una exclamación entre los presentes se apoderó del lugar al descubrir que no eran restos óseos los que allí se hallaban, si no de un busto de piedra del propio Pedro I.

Finalmente se decidió conservar la efigie en el lugar montada. Pero ni la casa ni el busto son los originarios de la época. La casa fue derribada a finales del S. XVI y la nueva escultura que hoy vemos en la casa nº 30 de la calle "La Cabeza del Rey D. Pedro" es de muy posterior a los hechos que narra la leyenda. Es obra del escultor Marcos Cabrera, realizada en 1630 y encargada por el Ayuntamiento de Sevilla para recordar los hechos allí ocurridos. La originaria se encuentra en la "Casa de Pilatos" que fue recuperada de los derribos de la vivienda original. 

Es la actual casa donde se supone estaba la antigua y la ventana desde la que la anciana fue testigo de  la escena.