Sevilla es rica en tradiciones y costumbres, rica en historias y leyendas y rica en arte y artistas. Hoy os traigo aquí, a la esquina de las calles Placentines y Argote de Molina, donde derrocha "por los cuatro costaos" de todo eso.
Este lugar son de esos lugares con encanto, envuelto de vida y con historia propia, capaz de dar nombre al lugar, aunque en el callejero no lo encontremos. Son de esos lugares de visita obligada al forastero, donde pararse a tapear en una de las terrazas que le rodean, es casi cita obligada y para el cofrade sevillano, muy señalada en su agenda, donde tal vez poder disfrutar el paso de algunas de las hasta 31 hermandades, que por allí tienen marcado sus itinerarios, después de realizar sus estaciones de penitencias, en el regreso a sus capillas.
Pero empecemos por el principio.
D. Jesús Sanz adquirió la tienda de ultramarino, llamado "El brillante" en el siglo pasado. Su nueva tienda le puso el nombre de "Ultramarinos El Bacalao".
Para reclamo de su negocio, mandó a tallar a un carpintero de la calle Segovia el lomo de un bacalao y en esa esquina la colgó. Estuvo allí desde 1922 hasta 1976, donde ya, por deterioro fue preciso su desmontaje.
La tienda de ultramarino obviamente la cerró y en su lugar fue ocupado por comercios de hostelería hasta llegar al día de hoy que es un restaurante quien la ocupa.
Este es el bacalao que ha conseguido, que todo hijo de Sevilla, cofrade o no cofrade nombre a este trozo de la calle Argote de Molina con Placentines como "La cuesta del bacalao"
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